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La vida de una joven médico mexicana

Yo - Mind42
Fuente: Google Images

Recuerdo cuando era niña. Mis abuelitos son médicos, tenían un consultorio donde mayormente atendían a personas de bajos recursos, personas que no podían costearse una atención médica apropiada. Aprendí bastante de ellos. Lo más importante: la caridad, el cuidar al prójimo, en especial, aquellos que viven al día: el plomero, el “chalán”, el maestro albañil, la señora de los tamales, etc. Solía acompañar a mi abuelita al hospital también. El ver su servicio, sobre todo a los necesitados, la dedicación con la que hacían su trabajo, el cual es de lo más noble y no sólo necesaria, me impulsó a querer ser médico yo también.

Pero uno crece y es tiempo de tomar una decisión y claro que tomé la que había tomado hace tiempo. Al salir de la prepa quiero ingresar a la universidad en la que quería estudiar, así que hice el examen de admisión… mas no quedé. Al ser una escuela pública con mucha demanda estudiantil es complicado ser admitido. Traté tres veces de entrar en esa escuela, sin embargo, hay veces en las que no importa cuánto te esfuerces en hacer algo, o cuanto lo desees, simplemente, nunca lo podrás hacer. Y no es tan malo. Después de todo, pude estudiar en una buena universidad, donde conocí buenas personas, buenos amigos, excelentes maestros…y también los malos.

No hay lugar en la tierra donde no haya enfermos u accidentados. Eso es algo que como médicos debemos saber. Sin embargo, puedo decir que mi ciudad, Villahermosa, y no sólo ella, sino todo el estado en general, Tabasco, es un lugar lleno de gente irresponsable. y no hablo solamente de los borrachos que se accidentan en moto o los que se pelean entre sí y se cortan con navajas o machetes. Hablo de las personas que pudiendo cuidarse, eligen no hacerlo. Gente que no se cuida teniendo enfermedades crónicas como la diabetes, no se alimenta bien, no hacen ejercicio regularmente, y cuando se ponen mal llegan al hospital gritando y exigiendo que dejen a su paciente como nuevo.

De hecho, antes estuve en obstetricia, donde atendí partos y a embarazadas. Sin embargo, me ha tocado ver varios casos de niñas de 13-14 años embarazadas, con enfermedades de transmisión sexual, cuyas parejas o padres de sus niños son muy mayores que ellas. Imagina una niña de 13 cuya pareja es de 23 años. ¿Cómo puedes visualizar eso? Pero todo es por la irresponsabilidad de los padres. Es duro decirle a un padre que el niño se va a morir. Ella sabía, pero no entendía la situación de embarazo de alto riesgo. Eran las 2 am, la niña se quería ir con el hombre. Se quita todo, se levanta de la cama, se va caminando. No podemos detenerla. No puedes hacer nada.

Luego están los famosos casos de señoras de hasta 40 años que van por el sexto hijo. Familias que viven con condiciones de pobreza extrema. Familias cuyos hijos están atados a una vida de escasez, de miseria, de caer fácilmente en manos del crimen, del narcotráfico, de sectas. Quizá la peor parte es cuando alguien de verdad quiere apoyarlos. Les das información, recomendaciones, les extiendes caridad más allá de la que dicta tu trabajo y, aun así, no cambia nada. Supongo que no puedes ayudar a alguien que simplemente no quiere ser ayudado. Uno se pregunta, ¿hasta qué punto ser pobre puede ser una justificación en un país que ha estado estancado por décadas?

Luego está la otra cara de la moneda: la pobreza alimentada de la miseria. Yo roto actualmente en pediatría, lo que quiere decir que atiendo muchos niños.

Imagina una pareja pobre; el padre pescador y su esposa, ama de casa. Su bebé de siete meses presenta macrocefalia. No tienen recursos suficientes para poder conllevar una responsabilidad así, por lo que lo único que pueden hacer es: abandonarla en el hospital a la merced de lo que puede o no pasar. Es entonces cuando haces lo posible por ayudar a salvar la vida de la criatura, hasta que los padres deciden hacer lo inevitable: llevársela. No puedes pedirles que se la lleven, e va a morir la niña, pero ni aun diciendo que pueden ir a la cárcel por tal acto, se la llevan de alta voluntaria. La llevaron a su casa a morir. Es muy duro ver eso, pero más duro aún es saber que, muy a pesar de todo, es lo mejor para la criatura y sus papás. Quizá la parte más dura de este trabajo es saber que no todos se pueden sanar. Muchas veces es mejor que el paciente reciba el dulce alivio de la muerte que obligarlo a sufrir la miseria de la enfermedad en vida.

Como mujer te enfrentas a todo: sexismo, acoso, discriminación. Debo decir que toda mi vida me he cuidado. Me he querido cuidar mucho. Mi ambiente, mi círculo social. Dime con quien andas y te diré quién eres. En la universidad, salía a las 8, 9 pm y salía sola. En varias ocasiones cuando volvía, sentía que me iban a asaltar o que me seguían. Llevaba mi gas pimienta por miedo a un asalto. Varias ocasiones me topé con hombres que iban hacia mí y me ponía a correr. Luego me prestaban en carro. Hay maestros acosadores. Aquellos que te dicen: oye te invito esto, me gustas, te llevo a tu casa. Depende mucho si tu accedes también, o no. Mis compañeros hombres, hay quienes luego te agarraban aquí y allá, hacían malos comentarios. Hasta ahorita en el hospital, si bien pasa eso, tratas con profesionalismo. Te puedes ir a quejar. Siempre trato de cuidarme. Estar en los lugares y con las personas correctas. Me ha tocado compartir experiencias con amigas agredidas, por ejemplo, esta muchachita de la DACS que agredieron severamente e hicieron una marcha en protesta, es mi compañera, fue mi compañera. Contó lo que vivió. Puedes ser tú, alguien más. Hay que cuidarse, sí, pero, honestamente, es muy complicado ser mujer.

Como si eso no fuera suficiente, soy interno, quiere decir que no recibimos un sueldo y por supuesto que es indignante y me enoja, no sólo a mí, a muchos de nosotros, el ver que gente que no hace nada, que ni estudia ni trabaja, recibir más dinero que nosotros, porque nuestras “becas” son más bien limosnas: un pago de 1,800 cada dos meses. Y muchos gastan en pasaje y es complicado y gastan mucho. estoy muy en contra de las becas de los ninis. A una persona que no hace nada las 24 horas y en cambio una persona que sí lo necesita más. Tanto como médicos pasantes e internos. Hay espacios de 2×2 ahí duermes, ahí existen ahí respiras. Duermes en el piso. Eso molesta. Hasta la vigilante gana más. Y esa gente que, seguramente, se gasta el dinero en otras cosas menos en lo necesario, es la misma que nos insulta en cara y en redes.

Ahora con la pandemia, nos hemos cuidado como nunca antes. Tanto a nivel laboral como personal, tomamos las medidas más extremas y sí causa coraje ver personas que andan en la calle como si nada sin necesidad, o peor, las que creen que no existe tal cosa, mientras que como médicos tenemos que luchar no sólo por las vidas de los desafortunados infectados por Covid, sino por las nuestras y las de los nuestros.

A decir verdad, no puedo decir que no me gusta mi carrera, amo mi carrera, me apasiona, pero sí me disgustan muchas cosas, específicamente, las condiciones en las que tenemos que laborar, no sólo las instalaciones, sino las condiciones en las que llega la gente, el ver que pasan los años y nada mejora, sino que empeora. Las relaciones entre trabajadores, compañeros médicos, los altos mandos, directivos, maestros, residentes, etc. Tengo buenos compañeros, buenos doctores. Te enseñan mucho. He aprendido mucho. Hay otros muy, muy a tu favor, porque todos pasan por lo mismo. Haces de todo: desde el papeleo, hasta ir a rescatar un paciente en Dios sabe dónde. Hacemos el trabajo sucio. Depende también el cómo te adaptas. El querer aprender. Hay amigos muy buenos y otra equis. Depende igual tus habilidades sociales. No me quejo. Lo disfruto.

¿Qué si cambiaría algo? Sí. Puedo decir que sí, y eso es que no existieran las jerarquías. El que todos tengan voz y voto. Porque al final todos llegamos al mismo sitio. Y tú no sabes en qué momento estarás arriba o debajo de alguien que te trató mal. Los médicos y enfermeros aprendices les tratan muy mala los que están debajo de ellos. No es un trabajo de ver quién es más chingón, o quién sabe más, sino de trabajar en equipo por un bien mayor, porque al final de todo, siempre nos necesitaremos entre médicos.

No sé lo que me depare el futuro, pero por más desalentador, difícil, tedioso o frustrante que pueda ser, así como igual puede ser exitoso, sólo sé algo: soy mujer, soy médico.

Por: Isaac David Cerna Garabita

Con la grata colaboración de: anónimo

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